Vivienda ’02

En el contexto actual, las ciudades se enfrentan a territorios urbanos atomizados y con limitadas expectativas de crecimiento, como es el caso de Barcelona. No obstante, a pocos kilómetros existen bolsas de suelo en condiciones suficientes como para permitir la expansión que sociedad y demografía solicitan. No obstante, hay que acercar este suelo a los centros urbanos donde la fuerza del trabajo puede encontrar un mayor acomodamiento. Por esto, se necesitan infraestructuras de transporte, viario y ferrocarril, en condiciones capaces de solucionar los problemas inherentes al nivel de movilidad exigida. Pero, en los últimos 25 años, el tráfico por carretera se ha multiplicado por más de tres y el aéreo por cuatro. Como contraste, el tráfico ferroviario se ha mantenido prácticamente estancado. Además, en gran medida, las inversiones se han orientado a completar la red viaria radial de alta capacidad, especialmente los cinturones de circunvalación de las grandes ciudades, y con metro (Madrid y Barcelona, y por primera vez, en Bilbao y Valencia). Es decir, las inversiones en infraestructura de transporte se han destinado a impulsar el crecimiento de las regiones metropolitanas y garantizar las conexiones entre las grandes concentraciones urbanas. Pero hacen falta fuertes inversiones viarias y de ferrocarril entre poblaciones situadas a 40 o 50 kilómetros de las grandes ciudades; unas inversiones directamente relacionadas con las tendencias de dispersión poblacional periférica, con la finalidad de garantizar los fuertes flujos -actuales y de futuro- generados entre los lugares de residencia y los de trabajo.

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